Sadowsky, Jonathan (2022). El imperio de la depresión. Una nueva historia. Alianza Editorial, 360 pp., ISBN 978-84-1148-019-2
Grippaldi, Esteban
https://orcid.org/0000-0003-0549-2596
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Argentina
Año | Year: 2024
Volumen | Volume: 12
Número | Issue: 2
DOI: https://doi.org/10.17502/mrcs.v12i2.742
Recibido | Received: 4-1-2024
Aceptado | Accepted: 31-1-2024
Primera página | First page: 1
Última página | Last page: 3
La depresión se ha convertido en un imperio que desde occidente ha colonizado al mundo y desplaza otros lenguajes que dan sentido a la angustia profunda en diferentes culturas. El libro ofrece una historia global de esta aflicción, desde la antigua melancolía hasta la actualidad, a través de rastrear sus múltiples significados, tratamientos y memorias personales para comprender la expansión y el protagonismo que adquiere en nuestros días. En esta historia también aborda las dimensiones sociales de la depresión y evidencia que formar parte de grupos desfavorecidos, oprimidos, estigmatizados o perseguidos incrementa las posibilidades de padecerla. A partir de un abordaje histórico que utiliza herramientas conceptuales interdisciplinarias la obra cuestiona lugares comunes, falsos dilemas, dogmas filosóficos sin sustento empírico y visiones unilaterales sobre la depresión. También aporta una visión compleja de un padecimiento milenario y en crecimiento que contiene, al mismo tiempo, aspectos médicos, sociales, políticos, culturales y del que aún resta mucho por conocer.
Palabras clave: antidepresivos, depresión, diagnóstico, medicalización, memorias personales,
Depression has become an empire that has colonized the world from the West and displaces other languages that give meaning to deep anguish in different cultures. The book offers a global history of this affliction, from ancient melancholy to the present, by tracing its multiple meanings, treatments and personal memories to understand the expansion and prominence it acquires in our days. This story also addresses the social dimensions of depression and shows that being part of disadvantaged, oppressed, stigmatized or persecuted groups increases the chances of suffering from it. Based on a historicalapproach that uses interdisciplinary conceptual tools, the work questions commonplaces, false dilemmas, philosophical dogmas without empirical support and unilateral views on depression. It also provides a complex vision of an ancient and growing disease thatcontains, at the same time, medical, social, political, cultural aspects and about which there is still much to know.
Key words: antidepressants, depression, diagnosis, medicalization, personal memories,
Crítica del libro: El imperio de la depresión. Una nueva historia.
La depresión es un ingente problema de salud pública a nivel mundial. En las últimas décadas el crecimiento drástico de los diagnósticos de depresión la convierte en el trastorno mental de mayor prevalencia. Según la Organización Mundial de la Salud, se estima que más de 300 millones de personas en el mundo padecen esta enfermedad que, a su vez, es la que más contribuye a la carga mundial de morbilidad. En la obra, El imperio de la depresión. Una nueva historia, Jonathan Sadowsky —historiador de medicina en Case Western Reserve University— emprende la desafiante tarea de hacer una historia global de esta milenaria y creciente aflicción.
Como deja entrever el título de la obra, la depresión se erige en un “imperio” intangible que en las últimas décadas se expande de manera vertiginosa. Así, por una parte, es un imperio porque en la psiquiatría y en las sociedades occidentales deviene, en un proceso gradual que se acentuó a finales del siglo XX, en la manera dominante de interpretar el sufrimiento mental, colonizando otros lenguajes disponibles. Por otra parte, la metáfora del imperio también alude a la propagación de la noción occidental de depresión a otras latitudes, constituyéndose en un idioma global que interactúa con otros saberes ajenos a la cultura biomédica.
El imperio de la depresión no es una lamentación sobre la llamada medicalización de los problemas humanos que transforman la angustia circunstancial en un trastorno que requiere atención especializada. Tampoco la adhesión acrítica a cifras que reflejarían mecánicamente el estado actual de la sociedad. Por el contrario, el término describe el presente de una larga historia de la enfermedad, para cuya empresa recurre al rastreo de los distintos significados, tratamientos y memorias de pacientes en diferentes tiempos y espacios.
El libro contribuye a desestimar determinismos, dogmas filosóficos sin sustento empírico y visiones unilaterales sobre las causas y tratamientos de la depresión. De esta manera, frente a las controversias sobre la naturaleza de la depresión —como un trastorno cerebral, hereditario o social—, apoyado en el registro histórico argumenta que un énfasis excesivo en cualquiera de los enfoques conduce a callejones sin salida. Así, como no tenemos que elegir entre mente y cuerpo, tampoco tenemos que optar entre un modelo de depresión médico o socio-político. También el estudio elude el posicionamiento puramente crítico a la psiquiatría, la psicología y otros actores. Si bien no dejan de ser prácticas cuyas historias están cargadas de opresión y control social, muchas personas destacan que le reportan beneficios terapéuticos. Cuestionar estos binarismos y lugares comunes sobre la depresión, permite realizar una historia de la depresión como un fenómeno complejo, al mismo tiempo, médico, social, político y cultural.
Estas operaciones que rompen con determinismos injustificados se expresan en los contenidos de cada uno de los capítulos. Así, en el primero, La depresión existe, aborda la problemática distinción que atraviesa la historia de la enfermedad entre depresión y la tristeza común. Una de las controversias en torno a la existencia real de la depresión se centra en la relación del malestar respecto a la situación vital. Este criterio llamado de proporcionalidad ha influido profundamente en el concepto occidental de depresión y continua marcando el debate. Por ejemplo, en la última edición del Manual Diagnóstico y Estadístico (DSM V), se eliminó la “exclusión del duelo” del diagnóstico de trastorno depresivo mayor, lo que ha reactualizado la vieja polémica, generando una mayor cantidad de diagnósticos de depresión al tener una noción más abarcativa. Otro criterio es el de la temporalidad, o cuánto dura el desgano anímico, la perdida de interés, entre otros síntomas para que se considere que se trata de un trastorno que requiere atención especializada. Estos criterios cambian según las normas culturales y las características de las personas.
Con la expansión de la psiquiatría occidental, la depresión se convierte en un término de uso universal. En contra de los reduccionismos, sostiene que la depresión es un problema complejo, con múltiples causas y soluciones. La plasticidad definicional, su dependencia de las normas sociales y culturales, la ausencia de una definición objetiva no significa que no sea real. Sadowsky sostiene que lejos de ser es una mera construcción social la depresión existe.
El segundo capítulo, «Demasiado frío, demasiado seco», se adentra en el concepto de melancolía en el marco de la teoría humoral y su conexión con la posterior noción de depresión. Si bien ninguna de las dos categorías tiene un significado estable, no son idénticas. De forma similar a la depresión en la década del 90, por razones culturales la melancolía en el SXVII parecía estar en todas partes. A mediados del siglo XX melancolía y depresión habían intercambiado sus roles: depresión deja de designar un estado de ánimo para referir a un síndrome clínico, la melancolía pasa a referir a un estado de ánimo o un subtipo de depresión. Actualmente, con el imperio de la depresión, la melancolía suele representar un subtipo de depresión severa acompañada de psicosis.
En este recorrido del termino melancolía, Sadowsky se remonta al mundo griego, pasando por la edad media y el renacimiento hasta llegar a nuestros días. El capítulo cierra con falsas elecciones sobre el origen y tratamiento de la depresión: físico o mental. Durante la era de la melancolía ya solían adoptar enfoques no reduccionistas, que contemplan lo físico y lo mental.
A partir del siguiente capítulo, el libro se concentra principalmente en los siglos XX y XXI. Así, en el capítulo tres, Vuelta hacia adentro, el autor realiza una detallada revisión de la teoría psicoanalítica con sus aportes en el entendimiento de la depresión. El psicoanálisis comenzó como un movimiento periférico con Sigmund Freud, en Viena, y hacia mediados del siglo XX ejerció una gran influencia sobre la psiquiatría, otras disciplinas relacionadas a la salud mental y un público general, pero en la década del setenta, por diversos factores, entró en declive. Sin el protagonismo de antaño, el psicoanálisis pervive porque el mundo subjetivo sigue siendo importante y la ira vuelta hacia adentro constituye una idea clave en esta corriente de pensamiento sobre la depresión. El último apartado se detiene en el caso Ray Osheroff que contribuyó al decaimiento del psicoanálisis en la psiquiatría norteamericana. Esta experiencia de denuncia de mala praxis ilustra la crítica al determinismo terapéutico, en el que se elige solo un tratamiento, negando la posibilidad de combinar terapias.
El capítulo cuarto, «Un diagnóstico en aumento», aborda el notable crecimiento de las tasas de depresión a partir de un conjunto de prácticas ligadas a la manualización. El término depresión —que desplazó al de melancolía— comenzó a expandirse a diversos contextos a nivel global. Aunque es difícil situar con exactitud el creciente interés en esta noción, desde mediados del Siglo XX cabe mencionar el desarrollo de una práctica psiquiátrica más ambulatoria —ya no circunscripta a los muros de la reclusión asilar—, un aumento de la demanda de terapia, el surgimiento de los primeros antidepresivos, la publicación de la tercera edición del manual DSM (1980) y, siete años más tarde, la aprobación de la comercialización del Prozac. El autor explica el incremento en las tasas de los diagnósticos de la depresión a partir de un modelo de espiral ascendente en la que una detección mejorada y una variación diagnostica se refuerzan entre ellas, con la colaboración de grandes cambios a nivel político y cultural. Así, este fenómeno no solo se comprende por transformaciones en la psiquiatría, en la industria farmacéutica, la acentuación de la medicalización de la angustia, sino también a partir de un contexto global relacionado con el neoliberalismo que preconiza el individualismo y alienta a que cada ciudadano se convierta en un empresario de sí mismo.
También en este capítulo analiza la depresión como poseedora de una política de la desigualdad. Aborda las dimensiones sociales de esta aflicción atendiendo a las variaciones de los diferentes contextos culturales y posiciones sociales a partir de biografías de renombre. Existen diversas dificultades para trazar una línea demarcatoria que distinga en donde termina la injusticia (racial, machista, clasista, etc.) y comienza la enfermedad. Si bien los factores adversos no causan depresión automáticamente, la posición social importa y formar parte de grupos desfavorecidos, oprimidos, marginalizados o perseguidos incrementa las posibilidades de padecerla. El historiador desmitifica la creencia popular según la cual la depresión puede atacar a todo el mundo por igual. En síntesis, la depresión también es política.
El capítulo quinto, «Solo química», el autor analiza los tratamientos físicos y psicológicos de la depresión hasta la era de los antidepresivos. Así presenta la piroterapia, lobotomía, anfetamina, la cura del sueño prolongado, la controvertida terapia electroconvulsiva y los antidepresivos. Estos tratamientos que en principio estaban orientados atender a otros problemas de salud se convirtieron fortuitamente en modos de abordar la depresión. Más que curar pueden, en el mejor de los casos, alivianar los síntomas.
En la época de los antidepresivos, con el auge de la psiquiatría biológica a finales del siglo XX, describir la depresión como un fenómeno puramente químico tiene su atractivo: libera (bastante) del estigma y brinda un estatuto de enfermedad real, con una base física. No obstante, estas explicaciones ocultan el limitado conocimiento sobre la química de la depresión y aquello que sabemos sobre los aspectos psicológicos y sociales. El autor critica la unidimensionalidad de las concepciones centradas en el desequilibrio químico. La depresión no es “solo química”. Las exageradas expectativas sobre los antidepresivos ISRS se frustraron cuando se conocieron los, a veces, devastadores efectos adversos que tenían esta clase de medicamento. De todas maneras, estos psicofármacos se están convirtiendo en un fenómeno global, insertándose de forma particular en diversos contextos culturales. El imperio parece no reducirse a la depresión sino que involucra al tratamiento hegemónico en la psiquiatría occidental contemporánea, a saber: los antidepresivos.
Finalmente, el capítulo sexto, Esa legible oscuridad, explora las memorias de depresión. Recupera las perspectivas y voces de quienes hacen visibles sus experiencias en la que destacan la falta de entendimiento de quienes no la vivencian y los estigmas asociados a la falta de estatus como enfermedad real. Estas narrativas personales expresan, por un lado, la necesidad de compartir sus experiencias y, por otro, la percepción de que el lenguaje disponible es insuficiente para transmitirla. También, las memorias son manifiestos contra los reduccionismos biológicos: algunas utilizan el lenguaje del desequilibrio químico mientras que otras lo cuestionan, pero la química por sí misma no es suficiente. Además, estos testimonios anticipan el estado actual del conocimiento científico con la descripción de efectos adversos, antes inadvertidos, de los tratamientos.
La lectura del libro es amena, debido a que logra conjugar el desarrollo de argumentos basados en la recuperación y discusión de otras investigaciones con anécdotas de personas públicas, obras literarias y películas. Por tanto, la obra puede ser leída tanto por especialistas en el tema como por un público amplio, ajeno a la academia. Aunque es un estudio enmarcado en historia, el autor realiza un trabajo interdisciplinario en el que utiliza herramientas conceptuales e investigaciones provenientes de la sociología, la antropología y la epidemiología.
El recorrido global que traza la obra provee algunas enseñanzas. La historia puede liberarnos de los patrones negativos del pasado y sirve para evitar el ciclo repetitivo de exageración y decepción que atraviesan la historia de los tratamientos de la depresión. Entre estos aprendizajes el libro invita a ser más prudente y advierte, por una parte, sobre los riesgos de caer en las sobrevaloraciones de los tratamientos para evitar que sus limitaciones y efectos adversos sean subestimados y, por otra, sobre la desilusión excesiva que conduce a considerar determinadas terapéuticas como completamente inútiles. La evidencia demuestra que la mayoría de los tratamientos han sido eficaces en algunos casos y también han tenido desventajas. En síntesis, la obra desarrolla una mirada profunda sobre la depresión a lo largo de la historia y contribuye a derribar dogmas y mitos que simplifican la complejidad de un fenómeno sobre el que queda mucho por conocer.