Piketty, Thomas (2019): Capital e ideología. Barcelona: Deusto, 1.247 pp. ISBN: 978-84-234-3095-6.

Ulloa Guerra, Oscar
https://orcid.org/0000-0002-9505-7768
Universidad Internacional de La Rioja, España

Año: 2020

Volumen: 8

Issue:2

DOI: http://dx.doi.org/10.17502/mrcs.v8i2.408

Recibido: 15-9-2020

Aceptado: 22-10-2020

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Crítica de Libro: Capital e ideología

Tras la aparición el año 2013 de El capital en el siglo XXI, Thomas Piketty se convirtió en uno de los economistas más interesantes y leídos. Este profesor e investigador entendía la economía como una disciplina integrada dentro de las Ciencias Sociales, que necesitaba de la Ciencia Política, la Historia o de la Sociología para avanzar, y de la estadística y los modelos matemáticos como un medio para aclarar la realidad, no para ocultarla. El libro se centraba en el aumento de la desigualdad de renta y riqueza en las sociedades capitalistas actuales y trataba de mostrar una explicación alternativa a la “curva de Kuznets” en el desarrollo de la desigualdad en las sociedades capitalistas e industriales. Se enfocaba, sobre todo, en los aspectos más económicos de la desigualdad. Sin embargo, sostenía en las conclusiones que la desigualdad socavaba la democracia. Este libro parece continuar esas preocupaciones y se centra ahora en las relaciones de la política y la desigualdad, especialmente en los sistemas ideológicos que legitiman los regímenes desigualitarios.

La obra, en su edición en español tienen 1.247 páginas, repletas de gráficas y referencias a fuentes estadísticas. Estas han sido puestas a disposición de lector a través de una página web creada a tal efecto. También se tiene acceso en la misma a las cuestiones metodológicas, de enorme pertinencia en un libro de este tipo. Un primer aspecto destacado en cuanto a la metodología es que el análisis de la desigualdad de rentas y riqueza no se hace utilizando los índices de Gini como en otras obras. “Este tipo de indicador, no permite saber que grupos sociales están detrás de tal o cual variación real del indicador a lo largo del tiempo o entre países. (…) En general, el coeficiente de Gini da una visión excesivamente plana y aséptica de las desigualdades. Tiende a ocultar los conflictos entre los grupos sociales de carne y hueso que componen las jerarquías de rentas y patrimonios, y a menudo lleva a pasar por alto las transformaciones en curso” (p. 788). Thomas Piketty prefiere analizar la renta o riqueza media de la población a través de deciles o percentiles. La comparación más habitual en todo el libro es la del 1% o del 10% de mayor renta o riqueza con el 50% de menor renta o riqueza. A veces aparece el 40% de la población entre ese 10% superior y el 50% inferior. Esta estrategia persigue, nos dice el autor, identificar los principales grupos de personas que se benefician o sufren la desigualdad.

Además, el texto trata de superar una visión de la desigualdad en clave meramente monetaria. Cuando se analiza la propiedad, por ejemplo, es consciente de que la dicotomía entre propietarios y no propietarios es, en ciertos contextos, poco representativa de la realidad. En muchas sociedades, la propiedad tiene diferentes dimensiones y un mismo bien puede estar sujeto a derechos de propiedad superpuestos en diferentes aspectos que corresponden a diversos grupos. O, cuando se habla de las sociedades comunistas, se plantea que la desigualdad no se establecía principalmente mediante criterios de renta como en las sociedades capitalistas, ya que la propiedad era colectiva y las diferencias salariales poco significativas. La desigualdad se establecía en función de otros criterios políticos, de estatus o, entre otros, de acceso a determinados bienes o servicios.

Este modo de trabajar sería una forma de utilizar el concepto complejo de clase social a partir de los datos disponibles. En la cuarta parte del trabajo habla explícitamente de “clase social” como un complejo multidimensional que incluye la renta y la riqueza, la profesión, la formación y el capital cultural, y las relaciones sociales. Además, la identidad de clase se relaciona con otras variables como el sexo, la edad o, entre otras, el origen étnico. Sin embargo, los datos disponibles no permiten analizar a largo plazo dichas dimensiones, quizá por eso su análisis histórico se ha centrado en las desigualdades de renta y riqueza. A la renta y la riqueza añade, en los últimos capítulos sobre todo la educación, aunque también la religión, el género o la etnia.

Las tres primeras partes del libro se dedican a un análisis de la renta y la riqueza, obteniendo datos sobre todo de encuestas a los hogares y de las autoridades fiscales, aunque también de otras fuentes cuando resulta necesario sobre todo por la ausencia de datos “duros” procedentes de los Estados. Para ello explota sistemáticamente la World Inequality DatabaseNota1, de donde proceden buena parte de los datos que nutren el libro. En la primera parte se analiza lo que denomina las “sociedades trifuncionales”, construidas en torno a tres estamentos: nobleza, clero y pueblo, y su paso hacia las “sociedades propietaristas”, de las que el capitalismo no es sino una expresión avanzada. Destaca, especialmente, el caso de Francia, que es puesta a través de la Revolución Francesa como un ejemplo de paso brusco de una sociedad trifuncional a una sociedad propietarista. Aunque también se compara con sociedades como la británica que realizaron dicha transición de un modo más gradual, aunque no puede decirse que con menores dosis de violencia. En todo caso, a pesar de las ideologías que legitimaron la transición, el resultado es que las sociedades propietaristas de finales del siglo XIX y comienzos del XX eran incluso más desiguales en cuanto a la distribución de renta y riqueza que las anteriores sociedades trifuncionales.

En la segunda, se analiza el impacto del esclavismo y del colonialismo tanto en las sociedades colonizadas como en las sociedades colonizadoras. El interés se centra, especialmente, en como se exportó el sistema propietarista a sociedades no occidentales. Se analiza tanto el impacto del colonialismo en la transformación de los sistemas trifuncionales de la India o China en sistemas propietaristas, como de la creación de sociedades esclavistas y propietaristas. En este último caso se hade especial referencia al esclavismo de plantación en Brasil, el Caribe y el sur de los Estados Unidos. Resulta sorprendente como la abolición de la esclavitud supuso la compensación a los dueños de los esclavos −resulta especialmente sangrante el caso de Haití, que estuvo pagando a Francia hasta 1950−, y no a los propios esclavos, que habían sido raptados y convertidos en mercancías.

En la tercera, se analizan las transformaciones del sistema propietarista en el siglo XX. Este siglo muestra que, tras modelos sociales con gran desigualdad de renta y riqueza durante los primeros años, se produjo una reducción muy significativa de esta entre las décadas de 1950 a 1980. Posteriormente, y hasta la actualidad, la desigualdad ha aumentado a niveles que en algunos países se asemejan a los de principios de siglo. Si bien, claro está, la estructura social de esas naciones es diferente que la de la “Belle Époque”. Hace especial énfasis la inversión de tendencia en las pautas de desigualdad que corresponden al “hipercapitalismo” global en el cual nos encontramos inmersos. También, en esta última parte, analiza el destino de las sociedades socialistas, que presentaban bajos niveles de desigualdad de renta y riqueza, aunque altos en función de otros criterios. La caída del bloque soviético es vista por Piketty, además, como un factor clave en el aumento de la desigualdad, pues supuso la desaparición del enemigo ideológico de las clases más comprometidas con el propietarismo. Sin comunismo, las elites ya no debieron autolimitarse.

Para el autor, este recorrido histórico muestra que la desigualdad no está determinada por causas tecnológicas o económicas y que no existen leyes deterministas que prescriban su aumento o disminución. La desigualdad tiene que ver con la tecnología, la economía y el conocimiento, pero sobre todo con las decisiones políticas e ideológicas que resuelven el modo en el cual deben repartirse las recompensas materiales y simbólicas en una sociedad determinada. Nada hay escrito, en este sentido, respecto al destino de la desigualdad en la actualidad. Esta puede aumentar o, por el contrario, disminuir en función de las decisiones que se adopten en las complejas negociaciones que se producen en el seno de toda sociedad.

Y, por último, la cuarta parte se dedica al análisis del impacto electoral del aumento de la desigualdad y de otros cambios sociales, en especial la educación, desde 1950 hasta la actualidad. Considera que existen dos etapas diferenciadas en relación con los dos grandes ejes que estructuran el debate político: la cuestión de la identidad y las fronteras, de un lado, y la propiedad y la desigualdad, de otro. Durante una primera etapa, que va desde la década de 1950 hasta 1980 se produjo una reducción muy significativa de la desigualdad en el marco de comunidades nacionales más o menos homogéneas, y el debate político se estructuraba en torno a cuestiones económicas y “clasistas”. Existía una fuerte interdependencia de la renta, la riqueza y el nivel de estudios con las opciones políticas. A mayor renta, riqueza y nivel de estudios correspondía una mayor propensión votar a la derecha. Y, por el contrario, menor renta, riqueza y nivel de estudios correlacionaba con un mayor voto a las opciones políticas de izquierda.

Entre las décadas de 1990 y 2020 esto cambió y se pasó a un modelo que denomina de “elites múltiples” (Cuadro 1). Según el mismo, se ha producido un desacople entre los partidos tradicionales de izquierda y sus electores tradicionales. Los partidos de la izquierda tradicional han dejado de ser partidos de trabajadores para convertirse en los partidos de los electores con mayor nivel de estudios. Es lo que denomina la “izquierda brahmánica”. Los partidos de la derecha clásica han seguido aglutinando el voto de los electores con mayor renta y riqueza: es la llamada “derecha de mercado”. Para Piketty: “Ambos grupos comparten un fuerte apoyo por el sistema económico actual y por la globalización tal y como está organizada actualmente. Un sistema económico que, en lo esencial, beneficia tanto a las élites intelectuales como a las económicas y financieras” (p. 922). Los dos grupos de élite legitiman su posición apoyándose en una ideología meritocrática, si bien la izquierda utiliza criterios de éxito académico y la derecha criterios de éxito en el mercado.

Cuadro 1. Tipos de partidos políticos y electorado: un panorama cuatripartito.
Fuente: Elaboración propia a partir de Piketty, 2019: 939.
Fuente: Elaboración propia a partir de Piketty, 2019: 939.

Frente a ellos han surgido nuevos partidos y movimientos sociales que tratan de aglutinar a las clases populares, que poseen menor renta, riqueza y nivel de estudios. En la izquierda surge una “izquierda redistributiva” de carácter igualitario, pero que adopta actitudes más proteccionistas frente a la globalización, si bien persigue una redistribución que incluye a todos los grupos de la sociedad. Y en la derecha una “derecha nativista” que también rechaza la globalización, pero pretende limitar la redistribución solamente a algunos miembros de la comunidad política. Los grupos étnicos o religiosos minoritarios suelen votar a los partidos de izquierda como reacción a los partidos nativistas que les resultan más hostiles.

Según Piketty, la socialdemocracia, devenida en una izquierda brahmánica, ha sido abandonada por los trabajadores, que no se identifican ya con ella. Para superar ese abandono se debe superar la división identitaria, pues el conflicto político solo puede centrarse en la política en el seno de una comunidad con cierto grado de homogeneidad. Para conseguirlo, el propone construir un “socialismo participativo”, que se base en: 1) la redistribución del poder en el seno de las empresas más allá de la propiedad del capital; 2) impuestos progresivos sobre la renta, la riqueza y las herencias; y 3) la redistribución de la propiedad, para llegar al 50% de la población que históricamente ha estado excluida de esta. El objetivo de estas medidas sería transformar la estructura de las sociedades capitalistas basadas en la propiedad, para llegar un tipo de propiedad social y temporal lo que permitiría superar el actual sistema económico. También se debería superar la brecha educativa, acabar con el patriarcado, aumentar la participación política, centrarse en las cuestiones medioambientales y reforzar la cooperación internacional.

Estas soluciones, sin embargo, deberían adaptarse a cada sociedad, pues tienen su historia y entramado institucional propio. Thomas Piketty es consciente de las limitaciones de cualquier proyecto intelectual, como este libro, a la hora de influir en la sociedad. “Ningún libro, ningún ser humano puede definir el régimen de propiedad ideal, el sistema de votación perfecto o una escala de impuestos milagrosa. Sólo un vasto experimento colectivo, paralelo al desarrollo de la historia de las sociedades humanas, puede permitirnos progresar, alimentándonos de la experiencia de cada uno y de la deliberación más amplia posible” (p. 1150). El socialismo participativo es enunciado como un proyecto, una guía para la acción, más que como un sistema intelectual cerrado. Y la lucha contra la desigualdad parece como un medio necesario para evitar que esta socave la democracia.

1) https://wid.world/es/pagina-de-inicio/